El cantero infiel
La novela tiene todos los ingredientes para ser un thriller: aventura, engaños, asesinatos, batallas, misterios…, prevaleciendo sobre todo la amistad y el respeto.
El lector es un componente más del argumento y sus personajes introduciéndose en aquél mundo donde las espadas eran quienes hablaban en loor del poder económico, político y religioso. La trama nos lleva a un periodo donde las intrigas forman parte del mismo; las que originaron la caída del Imperio Bizantino y la destrucción de Constantinopla por las 4ª cruzada; las de la Orden del Temple para expandir su hegemonía; la mal llamada cruzada contra los cátaros…; las desavenencias entre los reyes hispanos; el descontento de Fortus, caballero templario, un “milites ad terminum”, hacia el Temple; el misterio de ésta organización; la Secta de los “Hashashin”, asesinos; los temores de los cátaros y sus muertes en las hogueras.
Arnald, el cantero, siempre buscando conocimientos nuevos para dejar su legado, y no ceja en su empeño por seguir el instinto que todo ser humano llevamos, que no es otro que la búsqueda de ese lugar en el cual nos sentimos felices. Ese paraíso que a lo largo de nuestras vidas buscamos con ahínco y, a veces, no lo vemos o no somos valientes para abandonar la vida cómoda en la que estamos instalados, añorándolo a cada instante.
A través de sus personajes centrales, vamos conociendo la consolidación de la Cuenca recién conquistada, la “Ciudad de las Hoces”, como era llamada por los árabes. La construcción de su Catedral; su expansión a extramuros; las conversaciones, donde quedan reflejadas las ideas de aquellos hombres. Las nuevas pueblas, como Cereceda, actual Guadalajara, con sus pequeños, sencillos y recovecos templos románicos. Los canteros-escultores, anónimos las más de las veces, sometiendo la piedra bruta, convirtiéndola en las joyas que hoy admiramos.
Es la amistad entre dos hombres totalmente antagónicos en su modo y manera de ver el mundo y religión, que logran apartar aquello que les separa en honor de u8na amistad que perdurará aún después de la muerte.